Opinion

¿Un doctorado honoris causa para Nicolás Maduro?

Uno de los pocos amigos que me quedan en el chavismo, a quien debo mantener en el anonimato, me envió una corta nota en WhatsApp:

Es tiempo de que la UCV regrese a las manos del pueblo y la revolución. Las autoridades de la universidad han abandonado el cuidado de este Patrimonio de la Humanidad, que es de todos los venezolanos. El gobierno tuvo que intervenir, primero para rescatar los espacios físicos, y ahora para permitir que se elijan nuevas autoridades que actúen para que la universidad esté al servicio del Plan de la Patria. Maduro debería recibir un doctorado honoris causa de la UCV”.

Al principio no sabía si reaccionar airado y ofendido frente a la vomitiva nota que me envió mi otrora amigo cercano. Una nota cuyo contenido ofende profundamente mi sensibilidad de venezolano y ucevista. Tengo una deuda impagable con mi alma mater, donde no solamente adquirí una formación profesional impecable, sino que fue un espacio de crecimiento individual y humano invaluable. Finalmente decidí no ofenderme, y en su lugar dedicarle un espacio a reflexionar sobre las implicaciones y las implícitas advertencias de la nota en WhatsApp.

La primera y más simple reflexión es acerca de cómo la narrativa de la “revolución” distorsiona y corrompe la verdad. La destrucción por diseño político de la universidad que ha adelantado primero el gobierno de Chávez y luego su heredero el régimen de Maduro, ha afectado especialmente a la UCV, una institución cuya principal fuente de financiamiento son recursos públicos del presupuesto. Restringir el uso de recursos públicos para el presupuesto universitario, aniquilando el salario de los profesores, ha sido tan solo una de las estrategias empleadas por el chavismo para desarticular a las universidades, pero a ella hay que sumarle la destrucción de instalaciones, la eliminación de los programas de investigación y los posgrados, y la apertura de universidades paralelas, de calidad muy discutible, donde se siguen formando profesionales de segunda, pero presumiblemente revolucionarios convencidos.

Este último aspecto, la institucionalidad paralela, merece un análisis más detallado. Según datos presentados por el exrector de la USB y la Unimet Benjamín Scharifker en un reciente foro sobre la «Destrucción por diseño político de la universidad venezolana», en el cual lo acompañé como ponente, las cifras actuales del sistema universitario venezolano son impactantes en cuanto a lo que reflejan como imposición de un modelo político:

  • 32 universidades públicas, no autónomas bajo control del régimen, con cerca de 1.500.000 estudiantes (70% de la población estudiantil).
  • 7 universidades públicas autónomas, con cerca de 365.000 estudiantes  (17% de la población estudiantil).
  • 27 universidades privadas, con cerca de 290.000 estudiantes (13% de la población estudiantil)

En resumen, la revolución se ha ido tomando lentamente los espacios independientes de pensamiento y enseñanza y prepara su asalto final sobre lo que queda de las universidades autónomas, especialmente la joya de la corona, la Universidad Central de Venezuela.

Para entender lo que está planeando el régimen y poner la nota de mi amigo en perspectiva, es instructivo pasearse por el discurso que Ernesto “Che” Guevara pronunció en la Universidad Central de las Villas, el 28 de diciembre de 1959 (Discurso Che Guevara) en ocasión de aceptar un Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Pedagogía de esa casa de estudios. No es posible exagerar la importancia de este discurso como fuente de inspiración para quienes controlan a Venezuela. Copio abajo un par de fragmentos de especial interés:

«Y, ¿qué tengo que decirle a la Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba, y si este pueblo que hoy está aquí y cuyos representantes están en todos los puestos del gobierno, se alzó en armas y rompió el dique de la reacción, no fue porque esos diques no fueron elásticos, no tuvieron la inteligencia primordial de ser elásticos para poder frenar con esta elasticidad el impulso del pueblo, y el pueblo que ha triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.

 … nadie más que el gobierno revolucionario que planifica el desarrollo industrial del país de una punta a la otra, tiene derecho a fijar las características y la cantidad de los técnicos que necesitará en un futuro para llenar las necesidades de esta nación, y por lo menos debe oírse al gobierno revolucionario cuando dice que necesita nada más que determinado número de abogados o de médicos, pero que necesita 5.000 ingenieros y 15.000 técnicos industriales de todo tipo, y hay que formarlos, hay que salir a buscarlos, porque es la garantía de nuestro desarrollo futuro».

Todo parece indicar que el gobierno de facto de Nicolás Maduro avanza la fase final de la emboscada y asalto a lo que queda de universidad popular, abierta y democrática en Venezuela. Para ello pretende demostrar que las universidades son presas del caos por la desastrosa actuación de las actuales autoridades. La Comisión de Recuperación de la UCV, y el nombramiento de dos connotadas dirigentes del chavismo como Jacqueline Faría y Tibisay Lucena como protectora de la UCV y ministra de Educación Superior, respectivamente, augura que se avecinan los tiempos terminales para la UCV, una casa de estudios que llega a su tricentenario, y que en su momento protegieron Simón Bolívar y José María Vargas como herencia para el pueblo venezolano. Para adelantar acciones en esta dirección es necesario manipular a los estudiantes para que se expresen en contra de los profesores y concluir las gestiones para declarar que las autoridades actuales están usurpando sus cargos, por no haber habido elecciones en más de diez años, y proceder a la elección de nuevas autoridades bajo las nuevas reglas electorales que incluyen el voto igualitario para docentes, estudiantes, obreros y empleados. Aparte de imponer la tesis de las carreras prioritarias para alinear a la universidad con el Plan de la Patria y el Estado comunal.

Frente a esta artera maniobra, ¿qué le corresponde hacer a los defensores de la universidad? En una sola oración: abandonar las ilusiones y actuar con unidad para transformar en un problema político de toda la sociedad la defensa de la universidad. Abandonar las ilusiones porque todavía existen sectores de profesores y estudiantes que creen poder negociar con el régimen la realización de elecciones con reglas a mitad de camino entre las actuales y las que se pretende imponer. El gobierno de facto no tiene ninguna necesidad de negociar y simplemente llevará a los profesores a entregar cualquier vestigio de autoridad moral a cambio de nada. Actuar con unidad de los profesores, estudiantes y las familias de los estudiantes en señalar que la destrucción por diseño de las universidades no es el resultado de malos gobiernos o de insuficiencias presupuestarias, lo mismo que la imposición de carreras “prioritarias”. No. Es el resultado de un plan que sigue al dedillo lo expuesto en el discurso del Che Guevara, incluido el derrumbe simbólico de las puertas del Aula Magna y la visita nocturna de Maduro a la UCV. La señal es clara: esto es nuestro y ejercemos nuestro derecho a hacer lo que nos venga en gana, y lo hacemos sin tan siquiera mantener la ficción de universidad e independencia que se ejerció en Cuba. El caso de Venezuela es pornográficamente peor que el de la isla.

Es preferible escoger la opción de combatir altivo y desafiante que arrodillarse frente a los ejecutores del pueblo y sus universidades. Ya es tiempo de que aprendamos la terrible lección de que la seudo-revolución no admite negociaciones con los derrotados. Tiempo de regresar a las universidades a defenderlas, aún entendiendo que el salario de los profesores sea la miseria que es, y de que no todas las autoridades hayan defendido apropiadamente a las universidades. Estos no son los tiempos de esa pelea. Ya vendrán otros momentos cuando la democracia se recupere en el país y se pueda armar la universidad del futuro y restituir el respeto a nuestras casas de conocimiento que la falsa revolución se empeña en destruir.

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