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Opinion

La Consulta Popular y el Gobierno de Transición

¿Qué ocurrirá el día después de la Consulta, si el régimen decide desconocer la voluntad y la soberanía del pueblo?

La convocatoria de la AN a una Consulta Popular es, sin duda, un paso importante en una guerra que lleva más de dos décadas del pueblo venezolano contra el régimen chavista. Pero la misma ha abierto una serie de interrogantes respecto a su contenido, pertinencia y alcances. En mi opinión la más importante de estas interrogantes, tiene que ver con el hecho de que la Consulta no menciona de modo explícito el asunto medular de la conformación de un Gobierno de Transición. Este paso ha sido solicitado ampliamente por la comunidad internacional y está explícitamente contemplado en el Estatuto para la Transición que fue aprobado por la Asamblea Nacional el 5 de febrero de 2019 y que está aún en plena vigencia.

Aparte de su destino compartido con el Gobierno de Transición, la Consulta Popular tiene problemas específicos. Uno de los más importantes es contar con una narrativa tersa, que convoque y emocione y que despeje un conjunto de dudas e incertidumbres tanto de los venezolanos en Venezuela, la “Casa”, como de los migrantes y refugiados que componen la diáspora. Entre los obstáculos más importantes para la consulta en Casa, dejando de lado las seguras medidas represivas del régimen para impedirla, la pandemia y las inmensas dificultades logísticas, está la desconfianza, el miedo y la ausencia de compromiso ciudadano que se ha ido instalando después de 20 años de catástrofe, y traición del régimen a su pueblo.

Para los venezolanos en la diáspora, la situación es aparentemente menos desesperada, pero existe también una profunda heterogeneidad, cuyos extremos son probablemente los sectores profesionales en Estados Unidos y algunos países europeos, en comparación con los migrantes en condiciones de pobreza y expuestos a la xenofobia en Colombia, Perú, Ecuador, Brasil y Bolivia, por solo mencionar algunos ejemplos. En ambos casos, el tema de la reunificación de la familia venezolana ocupa un lugar esencial.

En términos de la Consulta, pareciera indispensable responder la pregunta que salta brutalmente de todas las encuestas de opinión que provienen de los venezolanos en “Casa” y en la diáspora: ¿Qué ocurrirá el día después de la Consulta, si el régimen decide desconocer la voluntad y la soberanía del pueblo? La respuesta debería involucrar tanto la Responsabilidad de Proteger de la comunidad internacional como la conformación de un Gobierno de Transicíón. Esto no está reconocido con claridad en las preguntas de la Consulta aprobadas por la AN y constituye una debilidad de la convocatoria. Ello parece indicar que habría que modificarlas para hacer esto explícito, como lo han solicitado tanto VenAmérica como otras organizaciones de la sociedad civil. Pero es indudable, y hay que reconocerlo así, que un obstáculo que parece insalvable es el hecho de que el gobierno interino es, en la práctica, un gobierno colegiado parlamentario y al interior del G4 existen diferencias importantes sobre el tema.

Ya está demasiado claro lo que el régimen pretende hacer con Venezuela, condenando a nuestra nación a un estado deprimente de país en destrucción, inhabitable para su propio pueblo excepto si se somete al mandato criminal de quienes rigen sus destinos. Lo que sigue sin estar claro, es que es exactamente lo que nos tiene que pasar para que terminemos de entender que sin una unidad real de la resistencia, más allá de todo disfraz de conveniencia, no hay ningún futuro posible para nuestra patria. Para que no existan dudas, todo lo que aquí se escribe, está articulado desde el convencimiento de que debemos participar en la Consulta, al tiempo que debemos mantener abierto el espíritu crítico ciudadano.

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