Opinion

Las lecciones del aborto del RR

Mucho se ha escrito sobre el significado de la decisión del CNE acordando condiciones absurdas e imposibles de satisfacer a los efectos de reunir las firmas para que los ciudadanos decidieran sobre la convocatoria de un referéndum revocatorio para interrumpir el mandato ilegítimo de  Nicolás Maduro. Con la complicidad de su mayoría en el CNE, el régimen dio una estocada importante a la moribunda institucionalidad de la nación y cerró otro canal para resolver por vía electoral, constitucional y pacífica, el drama que corroe los cimientos republicanos de Venezuela. Según una parte importante de quienes expresan su opinión en las redes sociales y de un sector de la dirigencia política de la oposición que estuvo negado desde el comienzo a promover el RR, simplemente ocurrió lo que se sabía que iba a ocurrir. De acuerdo con esta opinión, perfectamente respetable, el régimen hizo lo que tenía que hacer, actuó con celeridad y malicia, manipuló la Constitución y las leyes a su antojo y le infligió una puñalada trapera, otra, a la democracia venezolana. También en este bando de opinión se inscriben quienes consideran que los grupos que promovieron el RR, especialmente organizados alrededor de Mover, y con el apoyo de sectores de la sociedad civil en Venezuela y en la diáspora, como Plavenex,  actuaron con ingenuidad y precariedad de criterio, al entregarle una victoria fácil al gobierno de facto. De hecho, algunos opinadores en las redes sociales han llegado al extremo de darle las gracias al CNE y al régimen por haberle cortado con celeridad y destreza las alas al RR antes de que la imposibilidad de recoger el número de firmas requeridas, o un zarpazo más adelante, terminara por abrir la puerta para que la oposición hiciera un ridículo escandaloso. Gracias CNE por anular el RR antes de que esta iniciativa causara más daño, parece ser la prédica.

Me permito disentir de esta línea de pensamiento. Alegrarse porque el CNE haya actuado como actuó, aun en son de chanza o por cinismo, termina por desconocer que se vulneró descaradamente un derecho de los ciudadanos y que ese desconocimiento fue ejecutado en términos inmorales y en violación de la Constitución venezolana y el derecho internacional. Por supuesto que una acción así era esperable y el riesgo de que esto ocurriera fue claramente señalado no solamente por los críticos del RR, sino por prácticamente todos sus proponentes. También es cierto, y es necesario reconocerlo, que muchas organizaciones e individuos que estaban en desacuerdo con el RR, actuaron responsablemente y señalaron que, independientemente de sus opiniones, denunciaban la grave violación de los derechos del pueblo venezolano que significa la decisión del CNE. Este conjunto de opiniones encontradas y diversas, que caracterizan la complejidad de la oposición venezolana, es un dato de la realidad que no puede ser ignorado.

Pero más allá de las posturas encontradas sobre el RR y acerca de la solidez estratégica y política de la decisión de promoverlo, está el hecho de que la oposición democrática ha perdido una oportunidad estelar de denunciar y actuar con consistencia frente a la violación artera de nuestra Constitución. El problema nunca fue, como algunos de nosotros lo señalamos, que el régimen se robara el RR en cualquiera de sus fases. Tampoco que lo impidiera y manipulara la recolección de firmas y el acto de convocatoria, como lo hizo, ni su eventual realización. El asunto de fondo era aprovechar la oportunidad y la convocatoria del RR para promover un estado de rebelión cívica y constitucional que le elevara al gobierno de facto el costo político de abortarlo frente a la nación y a los pueblos del mundo que apoyan la lucha de los venezolanos por restablecer la libertad y la democracia en su país. Y ese elemento esencial de la acción y la estrategia política de la oposición democrática no fue entendido a cabalidad, ni por buena parte de la dirigencia política, ni por el gobierno interino. Imaginemos lo distintas que habrían sido las cosas si el gobierno interino hubiese abrazado la decisión de los ciudadanos de convocar al RR y se hubiera puesto a la cabeza de una verdadera protesta cívica en todo el país y de una campaña internacional de denuncia de la violación de los derechos políticos de los venezolanos, y la tóxica maniobra del gobierno de facto,  cerrando una ventana importante de solución a la situación de ilegitimidad de Maduro al imponer la decisión del CNE. Pero no, una vez más no hicimos lo que teníamos que hacer y no actuamos con la unidad estratégica con la que era necesario actuar. E insisto, más allá de cualquier presunto acto de ingenuidad en la convocatoria del RR, está el hecho de que se podría haber actuado para transformarlo en un genuino ejercicio de rebeldía civil, que podría haber atraído el apoyo de un sector importante del chavismo descontento, de los militares institucionales y de la comunidad internacional. Lamentablemente, ahora estamos inmersos en un estado de parálisis y frustración porque pareciera que los únicos que se preparan adecuadamente, y que juegan las cartas de la barbarie y el abuso con eficiencia letal, son quienes se sienten dueños y señores del destino de los venezolanos. Por supuesto que nuestras armas no son las del régimen, pero la ausencia de preparación es injustificable.

Sin respuesta alguna se han quedado peticiones de grupos importantes de venezolanos que propusieron la creación de un Consejo Ejecutivo, o un Consejo de Gobierno para apoyar la actuación del gobierno interino y poder dotar el presidente (e) Guaidó de los mecanismos adecuados de organización y acción política estratégica. Entendemos la necesidad imperiosa de apoyar al gobierno interino como instancia vital en el combate para restablecer la democracia en nuestra nación, pero en algún momento deberíamos terminar de aprender que en esta lucha nos necesitamos todos y que, antes de que sea demasiado tarde, Juan Guaidó debe terminar su conversión de dirigente político a líder de la nación venezolana en estos tiempos de navegación turbulenta, donde además de la acción destructora del chavismo-madurismo, se cierne ahora sobre Venezuela el fantasma de convertirse en peón de un enfrentamiento global entre Rusia y Occidente. Otro capítulo de esta historia de destrucción de nuestra nación sobre el que será necesario abundar. Entre tanto, es indispensable seguir pensando y actuando en cualquier espacio para que el régimen fracase en sus intentos de desmoralizarnos y condenarnos al oprobio de una existencia oprimida y empobrecida.

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