Venezuela en disolución: el desencuentro de lenguajes, por Vladimiro Mujica
A raíz de la publicación en El Nacional de mi artículo “Un nuevo pacto para impedir la disolución de Venezuela” que se refería primordialmente al “Manifiesto de los venezolanos en el exterior: una nueva hoja de ruta para Venezuela” he recibido numerosos comentarios de interés, en buena medida saludando la iniciativa, y otros con críticas importantes.
Elijo referirme aquí a dos comentarios específicos, no solamente porque provienen de dos personas que son muy importantes para mí, sino porque recogen un elemento de mucha relevancia. Una de ellas es mi hermano Eduardo Mujica, abogado, egresado de la UCV y muy ligado a la institución a través del CDCH-UCV; la otra, Jimmy Castillo, profesor investigador titular de la Facultad de Ciencias de la UCV, colega, antiguo estudiante y amigo cercano.
Eduardo y Jimmy son dos exponentes excepcionales de lo que en varias oportunidades he llamado los héroes civiles, profesionales de todas las ramas, gente que se ha quedado en Venezuela y que han construido y desarrollado sus carreras contra viento y marea, contribuyendo de manera decisiva a que el país siga funcionando a pesar del trabajo sistemático de destrucción de la nación que ha ejecutado perversamente el chavismo, y que la ha conducido virtualmente al umbral del estado de disolución, como se menciona en el Manifiesto.
Voy a tomarme la libertad de transcribir literalmente parte del intercambio entre JC, EM y VM, los tres personajes de este diálogo, identificados de manera obvia por sus siglas, porque considero de mucha importancia que se entienda la naturaleza del desencuentro de lenguajes y cómo el intentar corregirlo puede ser fundamental para comprender y diseñar las claves de la nueva narrativa que es necesario presentarle al país para plantear su refundación sobre bases realistas.
Un proceso que necesariamente le debe hablar a todos los venezolanos y, en especial, a una generación que se ha venido desarrollando construyendo espacios de supervivencia y crecimiento reales, con frecuencia escapando de la castrante polarización política que atenaza al país.
No deja de ser una coincidencia notable que tanto EM, como JC, reaccionaron de manera muy similar frente al siguiente párrafo del Manifiesto:
“La suerte de la gente en Venezuela es también compleja y diversa. Un país empobrecido de manera profunda e ignominiosa; un país rico en petróleo, sin combustible; abundante en agua y energía, con un pueblo sediento y sin electricidad; con enormes posibilidades para educar y alimentar, pero con un sistema educativo postrado y ceniciento, con el hambre enseñoreada, con niños y niñas que están creciendo bajo los efectos de la desnutrición. Toda una generación con discapacidades mentales y físicas, sin oportunidad de desarrollar a plenitud sus capacidades cognitivas por la carencia de nutrientes esenciales en una etapa crítica del crecimiento. De este cuadro dantesco se salvan los corruptos, los enchufados y un estrecho sector de la población que tiene ahorros en divisas o eventualmente recibe remesas de familiares en el extranjero. La destrucción del país —más por diseño que por accidente o incapacidad— es un hecho brutal y verificable, para imponer el control de la población a través del hambre, el miedo y la represión”.
Sigue el intercambio entre EM y VM (con cambios menores):
EM: Por otra parte, la afirmación que dice: ‘…De este cuadro dantesco se salvan los corruptos, los enchufados y un estrecho sector de la población que tiene ahorros en divisas o eventualmente recibe remesas de familiares en el extranjero…’, es cierta, pero falta un sector muy importante de la población que subsiste, come bien, tiene para pagar lo básico y tienen techo, que son aquellos que todos los días salen a bregar con esta disparatada economía y, solo a título de ejemplo, el directorio de mi teléfono está lleno de ejemplos que no entran en ninguna de esas categorías, algunas centenas, de aproximadamente 750 contactos.
*Lea también: El país necesita pendejos que lo gobiernen, por Rafael A. Sanabria M.
VM: Bueno, quizás el manifiesto no lo expresa de modo totalmente claro, pero creo que estamos hablando de la misma cosa. El grupo inmenso de personas a quienes te refieres, conforman la mayoría de la población que vive en condiciones muy difíciles. Desde pobreza crítica, hasta una clase media sobreviviente.
EM: Sobrevivientes, muchos. Pero hay un montón de gente que trabaja que jode y no tiene graves necesidades.
El intercambio entre JC y VM (con cambios menores):
JC: Vladimiro, cómo anda todo por allá. Leí tu reciente artículo y el siguiente párrafo (JC cita el párrafo del Manifiesto aludido arriba) me llamó mucho la atención. Si bien es muy cierto detalles de lo que describes, creo que se sigue ignorando una parte de la población que hemos estado en una lucha continua y que hemos seguido con nuestro trabajo, que no tenemos ni grandes ahorros en divisas o nos mandan dinero del extranjero, pero seguimos a punta de trabajo y esfuerzo tratando de mantener lo básico de nuestro día a día. El discurso excluye a trabajadores honestos emprendedores que no son enchufados o remeseros. Excluye a una nueva generación que no tiene tinte político y que, dejando todo a un lado, busca el progreso y tal vez enfocándose solo en el desarrollo individual, pero lo cierto es que no tienen otro referente.
A ese grupo excluido no se le acerca nadie, ningún grupo político y, a mi modo de ver, es debido a que en ese grupo los políticos tradicionales no tienen ninguna manera de sacar partido o rédito alguno. Es una lástima que solo se enfoque a buscar y conectar con antichavistas furibundos o a quienes día a día van incrementando su resentimiento y se deje por fuera a quienes buscan una vía para sobreponerse a esta desgracia. Entiendo que estamos en momentos de mucha debilidad, tanto institucional como de la sociedad, pero los que aquí seguimos tenemos que buscar aumentar fuerza para poder luchar con este monstruo. El joven aquí, sin referente pasado, lo que está notando es un cambio de sistema y cómo se va instaurando un capitalismo salvaje con cambio de dueños. Ya no existen los sindicatos, no se sabe ni qué es eso y el que sobrevive aquí es porque trabaja con pagos por horas y con bonos. La idea de seguridad social no existe.
Es una dinámica muy diferente a la que vivimos nosotros y esos cambios hay que vivirlos para entenderlos. Tal vez sería bueno que esos grupos, que desde afuera quieren ayudar a un cambio, se pasearan por consultar a quienes están trabajando aquí y le pregunten por qué y cómo, que entiendan que aquí los únicos honestos y moralmente aceptables no son los que viven de sus ahorros o de las remesas. Que hay gente honesta que está trabajando y produciendo en la medida que puede. Un abrazo
VM: Completamente de acuerdo contigo. Lo que se quiso destacar en el manifiesto es la situación de extrema fragilidad del país y su economía. Yo me he referido en varias oportunidades a los que he llamado “héroes civiles” y que incluye a mucha de la gente a que te has referido. De ninguna manera se pretende ignorar a ese sector vital de la población al que tú te refieres. Mi hermano Eduardo me hizo la misma observación tuya. Voy a escribir algo al respecto. Muy agradecido por tus comentarios
JC: Te reenvío una serie de artículos que publicamos el año pasado con todo y pandemia. Es con profesores jóvenes que estoy formando parcialmente en Francia, pero que todas las ideas y discusiones y muchos experimentos son nuestros, hechos aquí. Esa es la vía que hemos conseguido para mantener la calidad en la formación de los profesores; como verás, hay hasta uno que está trabajando en teoría. Todos los chamos son instructores y provienen de zonas populares: Petare, Caricuao, El Valle y a todos estamos apoyando de todas las maneras posibles para que no dejen ni la universidad ni la ciencia. Este sector es totalmente olvidado y excluido y, de paso, tienen que soportar prácticamente un estigma porque la oportunidad que tienen los hace ver como privilegiados.
VM: Te estoy leyendo con mucha atención. Voy a poner todos los argumentos en un artículo y te lo mando a ver qué te parece.
JC: Tenemos un drama de profesores muy jóvenes con una formación excelente pero que los dejamos sin las herramientas necesarias para sobrevivir esta desgracia. Son excelentes en Orgánica, Analítica y Fisicoquímica pero no saben cómo reunir para su sustento. A algunos de ellos les hemos podido abrir espacios asesorando en compañías y trabajando en proyectos pequeños que pueden generarles recursos para subsistir, pero muy poco aún. Las autoridades de las universidades nos han dejado totalmente solos y desasistidos, su retórica política no lleva a ninguna parte y son incapaces de voltear a mirar a los más desprotegidos, parece que no tienen nada que ofrecerles. Si la sociedad le diera un poco de valor a la educación esa sería la vía de sentar las bases de algo, pero solo se ocupan de lo noticioso, de lo que genera lástima y no se enfocan en cómo minimizar. Resulta que nuestros más grandes aliados han sido muy pequeños productores que apuestan a recuperarse y a aprender. Los grandes productores ni se acercan.
VM: Yo estoy consciente de todo ese drama y, como te digo, por eso los he llamado los héroes civiles. Pero el hecho de que ustedes perciban que el Manifiesto no lo refleja es muy importante
Fin del intercambio entre EM, JC, y VM.
He tomado un amplio espacio para reproducir este intercambio porque me parece revelador y con argumentos profundos y respetables que reflejan lo que mucha gente piensa.
Una parte sencilla de aclarar, en la que quiero insistir ahora, es que quienes redactamos el Manifiesto de ninguna manera ignoramos la existencia de un importante sector de la población que ha desarrollado su existencia y protegido en la práctica la continuidad de la vida en sociedad en Venezuela, a pesar del entorno dramático de dificultades de estos últimos 22 años. Bajo ninguna circunstancia desconocemos el valor del trabajo y la decisión de mantenerse activos que los anima y los honra. Mucho más complejo es el desencuentro de lenguajes.
Que Venezuela es un país en proceso de disolución no está en discusión. La institucionalidad de la nación ha desaparecido y su integridad territorial está a merced de traficantes, mercenarios y grupos controlados por milicias extranjeras con complicidad local.
Refugiarse en los espacios individuales, sin participar como ciudadanos en la refundación de Venezuela es respetable, pero no es una opción sostenible a largo plazo. Pero es también claro que mucha gente se niega, y con razón, a ser víctima y a condicionar su vida al empate catastrófico entre la oposición y el régimen.
Parece indispensable construir puentes y espacios de convergencia entre estos universos de lenguaje y comprensión desconectados. La primera responsabilidad es de quienes pretenden liderar y deben construir una nueva narrativa sobre el país posible. Cumplido ese paso se le podrá exigir a quienes han hecho de la sobrevivencia en tiempos de crisis una realidad existencial, que también atiendan con el mismo entusiasmo su responsabilidad ciudadana en la refundación de la nación. Eso es lo que proponemos en nuestro Manifiesto.